Los aditivos alimentarios son sustancias añadidas a los alimentos, que cumplen una amplia gama de funciones. En primer lugar, pueden mejorar el color, el aroma y el sabor de los alimentos. Por ejemplo, los colorantes alimentarios pueden hacer que los alimentos sean atractivos en color, los potenciadores del sabor pueden dar a los alimentos un aroma único, y los acidulantes pueden ajustar la acidez de los alimentos para realzar el sabor. En segundo lugar, pueden extender la vida útil de los alimentos. Los conservantes, por ejemplo, pueden inhibir el crecimiento de microorganismos y ralentizar el deterioro de los alimentos. Los emulsionantes ayudan a mezclar el aceite y el agua, haciendo que productos como los aderezos para ensaladas sean uniformes y estables. Además, los aditivos alimentarios también incluyen fortificadores nutricionales como la vitamina B, el calcio, el hierro, etc. Estos pueden reponer los nutrientes perdidos durante el procesamiento y almacenamiento de los alimentos, o compensar la deficiencia de nutrientes específicos en las dietas de ciertos grupos, mejorando así el valor nutricional de los alimentos. Sin embargo, aunque los aditivos alimentarios tienen muchos beneficios, el uso excesivo puede representar riesgos para la salud humana. Por lo tanto, existen regulaciones estrictas en varios países para estandarizar su uso.
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